martes, 26 de noviembre de 2013

LOS SEÑORES DE LAS MOSCAS

Al igual que los médicos, los responsables de la vida pública deberían hacer suyo un juramento como el hipocrático. Propongo este sencillo texto:
JURO NO HACER DAÑO. EL BIENESTAR DE MIS CIUDADANOS SERÁ MI PRIMERA PREOCUPACIÓN, EVITANDO TODO MAL Y TODA INJUSTICIA. NI SIQUIERA BAJO AMENAZAS, ACTUARÉ CONTRA LOS DERECHOS HUMANOS. MIS INTERESES Y LOS DE MI PARTIDO ESTARÁN SUPEDITADOS AL BIEN COMÚN.
Aislados del contexto trágico en que vivimos, nuestros políticos podrían parecernos cómicos a primera vista. Bufones que se esfuerzan por captar votos. Su infantil retorcimiento de la verdad sobrepasa los límites de lo risible.
Pero ¿cómo podemos calificarlos cuando arrecia la crisis? ¿Sirven para defender nuestros derechos? Es obvio que no.
Si observamos su quehacer con detenimiento, comprobamos que lo cómico se ha convertido en trágico. Y hasta en abominable.
William Golding escribió una novela que viene como anillo al dedo para explicar el grado de depravación política al que se ha llegado. Se trata de “El señor de las moscas”, obra en la que se inspira la serie de televisión “Perdidos”. Un grupo de niños (podrían ser nuestros políticos) se organiza para sobrevivir en una isla desierta del Pacífico. Sin la supervisión adulta (podríamos ser nosotros, los ciudadanos) se plantean pulsos de poder, arrojamientos de culpas y conflictos de liderazgo hasta llegar al salvajismo. Hay un miedo latente en ellos: la bestia (la crisis, en nuestro caso), que no es otra cosa que un paracaidista muerto. Simon, el más lúcido de los niños, observa a sus compañeros cazar una cerda. Ve cómo cogen su cabeza y la pinchan en un palo. Simon mira la cabeza, le pone el nombre de “señor de las moscas” y ésta le dice: soy la bestia y soy una parte de ti. La alusión a la sombra junguiana es clara. Luego, Simon intenta convencer a sus compañeros de que la bestia no existe y, como al héroe que sale de la caverna platónica y vuelve para contar la verdad, lo matan.
Si la cabeza de esa cerda le hablara a nuestros políticos, les diría: soy la crisis y soy una parte de vosotros. Vosotros sois los “señores de las moscas”.
Pensemos en cualquiera de nuestros políticos: ¿Dónde está el heroico Simon? ¿Hay acaso grandeza en alguno? 
Las abominaciones, en el mito y la literatura, son una representación de nuestro inconsciente. Hasta que se hacen reales. Los ciudadanos hemos de estar atentos porque la abominación de la sombra se está proyectando con anterioridad. Los señores de las moscas ya han llegado al poder.


Ricardo García Nieto