sábado, 10 de marzo de 2012

CAYENDO

Nuestra voluntad de vivir debe ser tan grande como para aprender a irnos en paz de este mundo por muchos años que nos queden.
La sobredosis de realidad puede llevarnos al miedo y la desesperanza.
Pero todo está perfecto. Tal y como lo elegimos hace mucho tiempo, quién sabe, antes incluso de nuestro propio nacimiento. ¿Para qué? Para recibir el aprendizaje espiritual que decidimos entonces, allá donde el tiempo terrestre no corría por nuestros corazones milenarios.
Cada día me pongo la zancadilla para tocar con mi espalda el suelo y mirar las estrellas. Mis omóplatos me dicen si la tierra está seca o mojada. Mis ojos hablan del misterio, del lejano hogar al que habremos de volver.
Dejo que mis pies se traben. Caigo mirando el abismo de los cielos.


Ricardo García Nieto