sábado, 27 de septiembre de 2014

RECORDAR LO QUE NOS MERECEMOS

En el libro décimo de “La república”, Platón advierte que elegimos, antes de nacer, el modo de vida que vamos a tener en nuestro periplo por el mundo. Así se expresaba la virgen Láquesis, hija de la Necesidad: “Almas pasajeras, vais a empezar nueva carrera y entrar en un cuerpo mortal. No se os escogerá una condición determinada; cada una de vosotras escogerá la suya… Cada una es responsable de su elección”.
Quienes aspiran a recordar lo que merecen, tal vez debieran tener en cuenta lo que eligieron. Y no sólo antes de nacer, sino a cada instante.
Entendiendo bien el texto, no se niega la libertad del individuo. El determinismo se limitaría a un género de vida, un escenario en el que movernos, y no a cada acontecimiento que padecemos, pues como en el mismo libro se señala: “convencidos de que nuestra alma es inmortal y de que por su naturaleza es capaz de todos los bienes como de todos los males, seguiremos siempre por el camino que lleva a lo alto”. Y ese camino no es otro que el de hacer lo justo y lo bueno. Tengo el convencimiento de que al equivocarnos, al salirnos de ese camino, nos viene el sufrimiento, que no es otra cosa que una manera de aprender. Quizá la única manera.
Aunque vivamos en el país del caiga quien caiga, lo que merecemos no es aprovechar la oportunidad a cualquier precio, no es arrancarse los escrúpulos del corazón y generar dolor, romper familias, empujar a la miseria a cuantos se interpongan en nuestra ambición personal… Yo, que me he equivocado tantas veces, creo que lo mejor que nos merecemos es actuar con honradez.
En este mismo diálogo platónico, podemos leer: “Laquesis dio a cada alma un genio (daímon) para que le sirviese de guardián en su vida mortal y le ayudase a cumplir su destino”. Este daímon pasó a la tradición cristiana como “ángel de la guarda”.
Puede que el problema de nuestro tiempo sea que hablamos demasiado con los fantasmas de nuestra imaginación en vez de hacerlo con el ángel que debería acompañarnos. Puede que nos creamos en posesión de la verdad cuando sólo tenemos expectativas egoístas. Da igual. Al final, nos veremos abocados a nuestro destino por mucho que nos duela. Desde antes de nacer o en cualquier momento de nuestra existencia.

Recordamos lo que hemos olvidado cuando es preciso, de la misma manera que la ballena sube a la superficie del mar para respirar.
Tomamos aire para renacer y encontrarnos con nuestra sagrada forma de estar vivos.
Todos los días resucitamos.


Ricardo García Nieto