viernes, 17 de septiembre de 2010

EL CIPRÉS



En el silencio caben todos los diálogos. Los olvidados, los místicos y los locos lo saben mejor que nadie. Suelen hablar, sin despegar los labios, con algo que les supera. Algo que acaricia y arrebata: cuanto toca, da; cuanto quita, suma.
El silencio podría ser un árbol que crece para los justos. A veces también para los ahorcados, a cuyos pies hay siempre un invisible recién nacido.
En mi casa hay un ciprés que da cobijo a los pájaros cansados, a las miradas cansadas y a las palabras que jamás se pronunciaron. Él sabe mucho de olvidados, de místicos y locos. Los saco de mi biblioteca para que hablen con él. Este ciprés les escucha. Y ellos saben que su aguja se dirige al ojal de la muerte, que es la eternidad. De vez en cuando intervengo. Les digo con mi silencio que alguien me ha escrito algún mensaje, que alguien sin saberlo está cosiendo un botón en el más allá. Y la vida nos abre a todos la costura de una sonrisa.

Ricardo García Nieto.