miércoles, 30 de octubre de 2013

SOBRE BURBUJAS Y HÉROES

Tu trabajo es la burbuja de tus compañeros. Tu barrio, la de tus vecinos. Tu partido, un ejército de zombies con demasiada hambre. Enciendes la televisión y tus células entran en presidio; abres un periódico y la indiferencia baja por tu espina dorsal hasta dormirte los pies. En cada esquina, los anuncios publicitarios te dicen cómo debes ser. Si les haces caso, te convertirás en un monstruo hecho con restos de cadáveres, como el de Frankenstein. Puedes elegir un libro para escaparte, pero ten cuidado: hay una industria detrás que te impone una literatura que no lo es. Yo recurro a los clásicos. Nunca te engañan. Puedes, también, pasear por el campo o mirar las estrellas, pero guárdate del terminal y sus whatsApp (o como se diga). Yo soy de los que aún no tienen teléfono móvil.
Otra posibilidad es la de cerrar los ojos y escuchar al visionario que llevas dentro. Sabe más de ti que tú mismo. Y hasta argumenta. Pero los de afuera no te dejarán demasiado tiempo con él. Y saldrás, de nuevo, a la burbuja que te toque. Y a los horrores del paro y del hambre que la rodean. Todo es hermoso cuando no tienes escrúpulos. Yo aún no he perdido los míos. Algún bocazas te dice, con sonrisa de comité ejecutivo, que salimos de la crisis . Miras al de la sonrisa y piensas: tú eres la crisis y en tu casa no lo saben. Después te cruzas con la periodista del bolso Loui Vuitton y supones las carencias emocionales que le han llevado a pagar tanto dinero por un complemento así.
Todo es más fácil de lo que parece. Y la anestesia social tiene sus límites. Una cosa es que te atonten y otra que seas tonto. Los cazadores de díscolos tienen la mente dislocada. Los directores generales de pollos narcotizados cacarean en la ducha. Los monarcas, lo mismo que sus jefes de gobierno u oposición, están ciegos: sólo ven números y tendencias. Aún no se han preparado para la última hora, a la que llegarán con un tren de privilegios que no cabrán en sus tumbas. Pobres mentecatos.
Hoy estoy optimista porque he charlado con una persona diferente. Ya conozco a siete. No sé a qué número habrá de llegar la masa crítica de seres humanos que cambie el mundo. Pero si yo, que soy tan poca cosa, conozco a siete, es porque debe haber millones. Toda una legión de héroes.


Ricardo García Nieto