miércoles, 26 de noviembre de 2014

CÉLULAS

¿Qué piensa un gobernante totalitario cuando empobrece a su pueblo? Puede que algo así:

“¡Qué insensatez! ¿Por qué voy a sentirme culpable de de los suicidados, parados y desahuciados por la crisis económica? Cada hombre es una célula del organismo del Estado. Y hay células que tienen que morir. Si este despacho ardiera y tuviéramos que salir corriendo, ¿qué ocurriría con nuestros cuerpos? Nuestras glándulas suprarrenales llenarían de adrenalina la sangre y nuestros músculos se contraerían más intensa y rápidamente: morirían millones de células, morirían millones de mínimas vidas. Serían el precio a pagar por no terminar asfixiados por el humo o quemados por el fuego. Todo estaría dentro de un orden natural. ¿Sentiríamos remordimientos de conciencia por las células muertas en nuestro intento por sobrevivir? ¿Seríamos culpables de un exterminio celular?”

Escribí este texto hace doce años, intentando mostrar la psicopatía del pensamiento nazi. Sólo le he cambiado las dos primeras líneas. Y me asombra lo verosímil que resultaría en la mente de quienes hoy sumen en la pobreza a su pueblo para salvar las cifras macroeconómicas.

Cuando la economía –suelo insistir en ello- se convierte en teología, se impone una forma de pensar y de vivir desde antes de que se nace hasta después de que se muere. Como en cualquier religión.

Ricardo García Nieto.