sábado, 12 de junio de 2010

LA BALSA DE LA MEDUSA



Al considerar la crisis económica que vivimos, viene a mi mente el famoso cuadro de Théodore Géricault, “La balsa de la Medusa”.
El naufragio de aquella fragata francesa es una representación a pequeña escala de lo que está sucediendo en nuestro mundo globalizado. La gente corriente de aquel navío estaba formada por campesinos, maestros, carpinteros o panaderos que se habían embarcado junto a sus familias para repoblar la ciudad de San Luis en la costa africana de Senegal. Cuando la fragata naufragó, los aristócratas que provocaron el naufragio se pusieron a salvo en las cuatro embarcaciones menores de las que disponía el navío, y el resto de los viajeros fue abandonado en alta mar, en una gran balsa. En un primer momento, el pasaje de civiles se negó a subir a la balsa, pero fue obligado a hacerlo entre disparos, a la par que se le aseguraba, con palabras de político profesional, que no había motivos de alarma, que la balsa sería arrastrada con cuerdas por las otras embarcaciones hasta la costa. Y no fue así: 150 almas fueron abandonadas, y la balsa quedó a la deriva, a merced de las corrientes que la empujaron océano adentro.
Si se produce el naufragio económico global, los aristócratas de hoy, la clase política y financiera, buscará urgentemente un modo de salvación para sí misma y, cuando lo encuentre, dirá: no hay motivos de alarma.
El lienzo de Géricault es magnífico; la pirámide humana que se eleva en mitad del caos, para llamar la atención de un barco que ni se ve en el horizonte, es una representación de nuestro futuro tan hermosa como épica. Lo terrible es que la gente corriente de aquella balsa tuvo que llegar al canibalismo para sobrevivir.
Cuando llegue el momento, es posible que la casta política y financiera nos deje un puñado de tablas mal anudadas para intentar salvarnos. Aunque también es posible que ya estemos sin saberlo en esa balsa de la Medusa.

Ricardo García Nieto